Con 8 y Basta de Kartofens!

29 Oct

Si habéis nacido en los años 70 y teníais uso de razón entre los años 77 y 81, cosa que en el caso de alguno de vosotros no será el caso, o si alternativamente tenéis una conexión a la internet fiable y mucho mucho tiempo, cosa que ninguno de vosotros creo que sea el caso, seguro que recordaréis una serie televisiva de aquellos años, que se titulaba con 8 basta. La serie se centra en torno a la familia Bradford, que vive en Sacramento (California) con ocho hijos (de mayor a menor: David, Mary, Joanie, Susan, Nancy, Elizabeth, Tommy y Nicholas). El padre, Tom Bradford, es columnista del periódico Sacramento Register. Su esposa Joan se dedica al cuidado de los hijos. Pero resulta que en el capítulo dos, la pobre se quita de fumar (movidas chungas que he encontrado en la wiki, maldita internet, por cierto, sabíais que en el episodio piloto Mark Hamill hace de hermano mayor??? Y alguien sabe si va a salir en la 7 de star wars???). Lo que seguro que no recordareis es ese episodio que nunca salió al aire y que ha estado guardado bajo llave, en lo más profundo de los estudios de la ABC en Nueva York y que se tituló, ¡Con 8 y basta de Kartofens!

Bueno, Tom Bradford, recién enviudado, no se le ocurre nada mejor que llevarse a los 8 crios a pasar un fin de semana en Alemania. En qué momento. Es un continuo despropósito. Los hermanos apuestan constantemente. Primero sobre si Mary, la hermana anteriormente gordita y con bigote, va a perder el avión. Afortunadamente no es el caso y con varias YonkiLatas en el cuerpo (el capítulo nunca se emitió por el consumo extremo de alcohol de la familia en apenas media hora) se terminan subiendo al avión, en el que el hermano pequeño, Nicholas, ejerce de azafata con su uniforme azul y amarillo y obliga a que sus hermanos dejen de dar por saco al resto de los pasajeros, incautos ellos que no saben que el coste del billete en RyanAir (compañía aérea que tiene aviones, igual que UPS que parece ser que también tiene…) incluye, aparte de los rasca y gana, un grupo de jóvenes porculeros, una especie de cacaueses de textura horrenda y un toque a whiskas y un primera espada vitivinícola, mejor conocido como Castillo de Jose (Castillo de Pepe para los amigos, como son los hijos Bradford, que se lo bebieron a la ida aunque no a la vuelta, que no había, ni vino ni ganas de beber ni de vivir más…). Ese mismo vuelo, en el que la hermana lesbiana y peluda de los Bradford, Nancy, intenta ligar con una kartofen muy maja ella, que volaba de vuelta a su hogar, acompañada de su amiga muda.

La otra apuesta que estos malditos niños hacen es sobre si el hermano alto, Tommy, se va a quedar a dormir en el mismo hostal mandigokartofen que el resto de la familia. Tommy, que tuvo la suerte de estudiar becado por el equipo de basket de la Universidad de Ucla en los años 70, para posteriormente trabajar como Observador de la ONU -especializado en localización de mapas- está asquerosamente forrado (incluso como para traerse un BMW eléctrico del copón que por mucho que diga que no es suyo, sus hermanos saben que sí lo es), igual de asquerosamente asqueroso, que el cepillo de dientes de Elizabeth, después de que sin querer Nancy se lo tire al wáter del hostal. Pero de nuevo las apuestas fallan y Tommy decide quedarse con el resto de la familia (siempre y cuando le aseguren que se van a respetar todos los desayunos, desayunos hobbit, aperitivos, comidas, cafés con bollos, cañas de antes de cenar, cenas y copas de después de cenar).

El hermano mayor, David, tiene muy claro a lo que va. Resulta que un grupo musical irlandés recién creado, unos tal U2, que llevan tocando desde el año anterior, 1976, van a dar por primera vez un concierto en Alemania. David se conoce los dos discos que ya han sacado y quiere verles en directo, por lo que la familia entera termina yendo al concierto. Pero como buena familia americana, son cincuentaypico estados y cada uno por su lado. También tiene muy claro que quiere ver la MacroIglesia de la ciudad, por mucho que se lo quieran impedir los curas locales. Lo que David no tiene tan claro es qué es lo que se venden en las tiendas de los museos de chocolate…¿Será chocolate?

Ni si quiera las dos hermanas medianas, Joanie y Susan, se comportan respetablemente. Por alguna razón sospechosa, comparten habitación en el hostal mandingokartofen. No queremos meternos más en la relación entre estas dos jóvenes, pero algo va a tener que ver con que este capítulo no apareciera en el DVD versión extendida. Y no es sólo por hacer manitas debajo de coloridas mantas, mientras ingieren cervezas, los tacos malsonantes y traducciones libres al alemán (que todo el mundo sabe que es como el español pero acabado en EN) ni por los ronquidos de oso pardo que no cesan de sonar durante todo el capítulo. Espaldas doloridas y mareos causados sin duda por un exceso de picante en un mal kebab, hacen que cuando los 3 de 8 hermanos borrachos acaben por segunda noche consecutiva en el mismo garito de copas, (garito raro donde los haya, con una barra con tipos dormidos y a la altura de las cejas, pero con camareras sin escote) Joanie y Susan no puedan estar presentes juntos. Y casi mejor para ellos, porque el paseito que Mary, Nancy y Elisabeth se dan por Colonia a las 4 de la mañana, no tiene desperdicio. Lo que sí que encaja bien, son los 20 minutos de rugby, entre merienda y cena, acompañados de un rico whisky no local, casi igual de rico que el plástico que recubre las salchichas sí locales, que Elizabeth compra audazmente una noche en una bodega donde nuestros amigos están a punto de morir en medio de una reyerta entre agresivos camareros.

Sin embargo, en los desayunos todos están de acuerdo. Pizzas estadísticas, cruasanes de todo tipo, salados o dulces, cafés para meter los pies dentro y sí, como no puede ser de otra manera, pretzels, ese rico y sano invento alemán. Lo único que nuestros pequeños amigos no pueden conseguir es ir al McDonalds y comerse una rica McDalena.

Ya cerca del final del capítulo, los 8 disfrutan de una agradable y poco estresante comida en la que un grupo de camareros torpes pero lentos, les agasajan con pocas pero pequeñas cervezas y codillo sin Dyc. No se entiende nada. Igual de poco que se entiende la manía de los habitantes de esta bella villa, de cargar los puentes de viejos candados, que se usen bolígrafos para escribir o de que si tocas una bandeja, corras el peligro de que te cercenen la mano.

Pero la sangre no llega al Rhin y felices, contentos y mayormente destrozados, nuestros queridos 8 hermanos regresan a Sacramento, cantándole a su padre, aquello de “contigo o sin…… tiiiiiiiiiiii

Chicos, ha sido un placer tremebundo. Sirva este breve relato de recuerdo y como felicitación a nuestra querida Susan Ossorio, que en breve es su cumple. Felicidades Lolilla!!

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